viernes, 14 de marzo de 2008

2.- Toque a reloj suelto

NIHIL IN FASTIS SIMILE
(Ningún otro hecho parecido)
Encrucijada de caminos, confluencia de cordeles y vías pecuarias, paso obligado de arrieros, pastores, peregrinos, romeros, mendigos y caminantes, Alba de Tormes adquiere durante nuestra Guerra de Independencia un relevante protagonismo en el intento de asegurar la “línea del Tormes” gracias a su estratégica y fortificada posición que le permite dominar, desde lo alto de la colina sobre la que se asienta, el paso por los vados y el acceso al sólido puente medieval que cruza el rio del que obtiene su nombre.
Durante los años de contienda su “vega grande y espaciosa” que antaño cantara Garcilaso se llenará de pertrechos y bagajes y permitirá el acantonamiento de tropas de uno y otro bando; sus calles, otros días transitadas por Boscán, Teresa, Lope o Calderón, se cubrirán de barricadas y parapetos; los muros de su antiguo castillo-palacio, aquel en el que Juan del Encina escenificase las primeras representaciones de nuestro teatro moderno, sufrirán las consecuencias de los distintos asedios; y sus piedras centenarias serán testigo de algunos memorables y heroicos hechos de armas que se desarrollarán en su entorno y que pasarán a engrosar la ya dilatada historia de la villa.


LA JUNTA DE ARMAMENTO Y DEFENSA.
Fruto del acuerdo francoespañol, y con la intención “oficial” de hacer la guerra al vecino reino de Portugal, y la solapada de hacerse con el control total de toda la península Ibérica, el 18 de octubre de 1807 cruza el Bidasoa la primera división francesa. Una parte de estas tropas se dirige por Burgos y Valladolid hacia Salamanca donde llegan 25 días mas tarde siendo bien recibidas y festejadas por todas partes. Alba de Tormes, que no es ajena a este inicial recibimiento, ni tampoco a la desconfianza y recelos que comienzan a levantarse ante la permanente presencia francesa en nuestro suelo, no duda en sumarse a la insurrección generalizada que estalla en toda España con los acontecimientos del 2 de Mayo y especialmente tras publicarse, en la Gaceta de Madrid, el 20 del mismo mes, que Carlos IV cedía el trono en favor de José Bonaparte.
Vacante la soberanía nacional por la ausencia del Rey legítimo ésta es asumida por poderes revolucionarios (juntas) que comienzan a formarse en regiones y ciudades con la pretensión de ejecutar la voluntad popular ante la carencia de cualquier resto de la anterior administración. El 25 de septiembre de 1808 se constituye la Junta Suprema Central, órgano que asume la máxima autoridad del gobierno de España en ausencia de Fernando VII, encontrándose por encima de las distintas juntas provinciales creadas con anterioridad y que se subordinan a ella.
Unos meses antes, entre mayo y junio del mismo año, se habría constituido en Alba su denominada Junta de Armamento y Defensa, formada, entre otros, por los albenses: Antonio García Verdugo, Juan Manuel Domínguez, Juan de Quintana Ruiz, Juan Regidor Flores, Mateo Salgado, y Antonio Perlines que será su secretario.
Esta Junta, (Doc.1) que por disposición de Gregorio de la Cuesta, Capitán General de Castilla la Vieja, actuaría, unida a la de Salvatierra, con total independencia de la de Salamanca (a pesar de su oposición), desde el 2 de julio de 1808 hasta la constitución de la Junta Suprema Central, tenía como principal objetivo poner sobre las armas e instruir en su manejo a “todos los mozos solteros de uno y otro partido que no sean absolutamente inútiles para el servicio; proporcionando su subsistencia de los fondos públicos...” De esa forma conseguiría levantar un batallón de más de 600 hombres que pondría a disposición del ejército español en fechas 15 de junio y 20 de septiembre del primer año de la contienda.
Como consecuencia del repliegue de las tropas imperiales después de la derrota sufrida el 19 de julio en Bailen, las tierras de Alba se verían liberadas de la dominación francesa a la que, de facto, se encontraban sometidas; sin embargo esta liberación apenas si duraría unos meses. El 4 de noviembre de 1808 Napoleón Bonaparte atraviesa la frontera y encabezando personalmente su ejército comienza nuevamente a asentarse sobre buena parte de nuestro territorio, de modo y manera que a comienzos de 1809, Madrid, Toledo, buena parte de Galicia, Santander, el País Vasco, Navarra, algunos territorios de Aragón, unas cuantas ciudades en Cataluña y la totalidad de Castilla y León (y por consiguiente Alba de Tormes), se encuentran de nuevo ocupados por las tropas francesas.


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