19 de noviembre de 1809
Tras la victoria de Tamames el 18 de octubre y la toma de la ciudad de Salamanca el 25, el teniente general D. Diego de Cañas y Portocarrero, duque del Parque, al mando de 30.000 hombres del ejercito de la Izquierda1 intenta cortar las comunicaciones entre Madrid y las tropas francesas del general Kellerman establecidas en las ciudades de Zamora, León y Valladolid. En su avance hacia Tordesillas ocupa Alba de Tormes el día 19 de noviembre y expulsa de la villa a una brigada enemiga que huye hacia Toro perseguida de cerca por las tropas españolas.
En esa misma fecha el ejército del Centro es completamente derrotado por los franceses en la batalla de Ocaña, lo que permite a buen número de sus tropas partir de inmediato hacia el norte para reforzar a las del general Kellerman.
Ignorante de estos acontecimientos el ejército de la Izquierda continúa su avance hacia Toro, que es evacuado, y hacia Medina del Campo donde se enfrenta y pone en fuga a las tropas francesas el día 23. Ese día llega la noticia de la derrota de Ocaña y a pesar de la posibilidad de un contraataque francés con fuerzas superiores a las suyas, del Parque permanece en el Carpio hasta el día 27 en que, acuciado por la cercanía del general Kellerman con su numerosa y reforzada caballería da orden de inmediata retirada hacia Alba de Tormes.
BATALLA DE ALBA DE TORMES.28 de noviembre de 1809
A última hora de la mañana del día 28, y tras 50 kilómetros de marcha, las tropas españolas alcanzan Alba de Tormes y la relativa seguridad de interponer entre ellas y sus cercanos perseguidores la natural línea defensiva que ofrece el río Tormes, atravesado por un único puente de fácil defensa.
El duque del Parque ordena detenerse en sus inmediaciones, sin embargo, en una incomprensible decisión, dispone que solo la 3ª y 5ª divisiones crucen el Tormes y acampen en su margen izquierdo. Las otras tres: Vanguardia, 1ª y 2ª, junto con el cuartel general, artillería y bagajes lo hacen en la villa, en la ribera derecha del río, del lado francés, quedando de esta manera el ejército dividido, separado por el río, y sin otra comunicación que un estrecho puente.
La infantería francesa aún se encontraba a varias leguas2 de Alba. Kellerman, consciente de que sus posibilidades de dar alcance al ejército español se esfumarían en el momento en que éste se pusiese al salvo cruzando a la orilla occidental del río, intentó retenerle hasta la llegada de sus tropas de a píe y ordenó un ataque sorpresa con sus 8 regimientos (unos 4.000 jinetes) de la temible caballería imperial francesa.
El toque a reloj suelto de la iglesia de Santiago3, la llamada a rebato desde otros campanarios de la villa donde se habían apostado vigías, y la llegada de jinetes al grito de “que vienen los franceses” sorprendió a los fatigados y despreocupados soldados españoles que se afanaban en la preparación de sus viandas para la comida. La alarma causó una enorme confusión y el puente quedo prácticamente obstruido por hombres y bagajes que en él se apelotonaban tratando de huir.
La situación resulta crítica. Apenas si hay tiempo para desplegar las 3 divisiones y formar una línea defensiva, la mitad del ejército, separada por el rio, no puede ayudar a la otra mitad y aunque algunas tropas que han conseguido formar en su puesto de combate rechazan la primera acometida, el general Millet con dos regimientos de dragones se despliega y cae contra el flanco derecho español, cubierto por los regimientos de caballería Sagunto, Borbón y Granada de Llerena (unos 800 caballos) que tras ser arrollados huyen desordenadamente aplastando a sus propios compañeros de la 1ª división y a una parte de los de la 2ª.
Las sucesivas cargas de la caballería francesa, bajo el mando directo de Kellerman con los húsares y cazadores de Lorcet a la cabeza, causan verdaderos estragos. Cientos de muertos y heridos quedan tendidos sobre el campo de batalla4, otros muchos son hechos prisioneros, y gran número de soldados huyen hacia el puente impidiendo el paso a sus compañeros que, desde el otro lado, se aprestan a cruzarlo para acudir en su ayuda. En esta acción mueren los Coroneles de los regimientos de León (Pedro Linares) y granaderos provinciales (Francisco Núñez Falcón), y resulta completamente destrozada la batería de artillería de Diego del Barco.
Entre tanto en el ala izquierda el general Mendizábal, 2º Jefe del ejercito, logra organizar la división de Vanguardia y algunos restos de la 2ª formando varios cuadros en la zona de Los Tejares, más conocida en Alba por "Los Coladeros". Junto a él, los generales Carrera, Losada y Belbedere se conjuran a la resistencia, rehúsan con altanería el ultimátum de Kellerman a quien Mendizabal contesta: “Yo solo respondo de este modo: ¡Soldados Fuego!” y allí, de espaldas a río, amparados tras sus bayonetas y el fuego de sus mosquetes, rechazan heroicamente, en tres ocasiones consecutivas, el alud de 3.000 jinetes que se les viene encima.
La infantería francesa aún se encontraba a varias leguas2 de Alba. Kellerman, consciente de que sus posibilidades de dar alcance al ejército español se esfumarían en el momento en que éste se pusiese al salvo cruzando a la orilla occidental del río, intentó retenerle hasta la llegada de sus tropas de a píe y ordenó un ataque sorpresa con sus 8 regimientos (unos 4.000 jinetes) de la temible caballería imperial francesa.
El toque a reloj suelto de la iglesia de Santiago3, la llamada a rebato desde otros campanarios de la villa donde se habían apostado vigías, y la llegada de jinetes al grito de “que vienen los franceses” sorprendió a los fatigados y despreocupados soldados españoles que se afanaban en la preparación de sus viandas para la comida. La alarma causó una enorme confusión y el puente quedo prácticamente obstruido por hombres y bagajes que en él se apelotonaban tratando de huir.
La situación resulta crítica. Apenas si hay tiempo para desplegar las 3 divisiones y formar una línea defensiva, la mitad del ejército, separada por el rio, no puede ayudar a la otra mitad y aunque algunas tropas que han conseguido formar en su puesto de combate rechazan la primera acometida, el general Millet con dos regimientos de dragones se despliega y cae contra el flanco derecho español, cubierto por los regimientos de caballería Sagunto, Borbón y Granada de Llerena (unos 800 caballos) que tras ser arrollados huyen desordenadamente aplastando a sus propios compañeros de la 1ª división y a una parte de los de la 2ª.
Las sucesivas cargas de la caballería francesa, bajo el mando directo de Kellerman con los húsares y cazadores de Lorcet a la cabeza, causan verdaderos estragos. Cientos de muertos y heridos quedan tendidos sobre el campo de batalla4, otros muchos son hechos prisioneros, y gran número de soldados huyen hacia el puente impidiendo el paso a sus compañeros que, desde el otro lado, se aprestan a cruzarlo para acudir en su ayuda. En esta acción mueren los Coroneles de los regimientos de León (Pedro Linares) y granaderos provinciales (Francisco Núñez Falcón), y resulta completamente destrozada la batería de artillería de Diego del Barco.
Entre tanto en el ala izquierda el general Mendizábal, 2º Jefe del ejercito, logra organizar la división de Vanguardia y algunos restos de la 2ª formando varios cuadros en la zona de Los Tejares, más conocida en Alba por "Los Coladeros". Junto a él, los generales Carrera, Losada y Belbedere se conjuran a la resistencia, rehúsan con altanería el ultimátum de Kellerman a quien Mendizabal contesta: “Yo solo respondo de este modo: ¡Soldados Fuego!” y allí, de espaldas a río, amparados tras sus bayonetas y el fuego de sus mosquetes, rechazan heroicamente, en tres ocasiones consecutivas, el alud de 3.000 jinetes que se les viene encima.
El sol se ocultaba tras los montes de Torrejón cuando comienzan a llegar al campo de batalla las huestes de infantería y artillería francesa encabezadas por la brigada del general Maucune. La posición se hace insostenible. Las únicas opciones son una capitulación incondicional, que se sigue despreciando, resistir heroicamente hasta ser completamente masacrados o cargar contra el enemigo en un desesperado intento de romper el cerco y cruzar el río. Amparados por las sombras de la noche y bajo un violentísimo fuego de artillería, los soldados españoles inician la marcha a paso redoblado. Sus órdenes son alcanzar el puente a toda costa. Con el ímpetu de su avance consiguen abrirse camino sin descomponerse. Las pérdidas son considerables, pero al final, tal y como indica Garcia Fuertes, “... invictos en medio de la derrota, los regimientos de la división de Vanguardia consiguieron cruzar el río y reunirse con del Parque.”
En este heroico combate, tan glorioso para la infantería española, destacaron los regimientos del Príncipe, Gerona, Cataluña, Victoria, Zaragoza, Barbastro, Monforte, Muerte, Morrazo, Lemos y el batallón Escolar que formaban parte de la Vanguardia y 2ª División.
También destacaron por su valor los artilleros Pedro Vasconte y Ginés Lopez que, heridos y rodeados de enemigos, consiguieron salvar las dos únicas piezas de artillería que no cayeron en manos francesas5.
Su brillante comportamiento fue recompensado con una pensión vitalicia y el honor de poder llevar en su brazo un distintivo con un obús volcado el primero y un cañón con su cureña el segundo6. Por otra parte, al general Mendizabal se le concedería por esta acción el título de Conde del Cuadro de Alba de Tormes.
Aunque impacientes por reorganizarse y plantar nueva batalla al enemigo, a la postre estos valientes soldados, protagonistas de tan heroica y gloriosa resistencia, resultan contagiados por la desmoralización general del resto de la tropa y el desasosiego reinante ante el temor de que la caballería francesa pueda vadear el río, y tras recibir la orden de retirada nocturna se dispersan y huyen, al igual que el resto de los integrantes del ejercito de la Izquierda, en múltiples direcciones (Ciudad Rodrigo, Tamames, Miranda del Castañar...).
Cuando en enero de 1810 del Parque logró reunir los restos de sus tropas en San Martín de Trevejo, de espaldas a la Sierra de Gata, pudieron contabilizarse únicamente 17.000 soldados de los 27.000 que salieron de Alba.
El duque del Parque, en lo que parece un claro intento de eludir su responsabilidad en la derrota, realiza una patética proclama7 atribuyendo las causas del fracaso, únicamente, a la huida de las fuerzas de caballería. Sin embargo, y a pesar de esta aparente exculpación, la Junta Suprema de Sevilla, atendiendo el clamor general del pueblo que le considera culpable del desastre, le depone de su cargo y nombra para sustituirle al marques de la Romana quien se hace cargo del ejercito de la Izquierda a finales de enero de 18108.
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1.- Este ejército estaba formado por 5 divisiones de Infantería con su artillería y escasas fuerzas de caballería. El mariscal de campo (antigua graduación de general de división) Martín de la Carrera ejercía el mando de la división de Vanguardia. La 1º división estaba a las ordenes del mariscal de campo Javier Losada; el conde de Belbedere mandaba la 2ª, Francisco Ballesteros la 3ª y el marques de Castrofuerte la 5ª. Una 4ª división al mando de Juan José García Velasco había quedado en Astorga y otros 9.000 hombres al mando del conde de Noreña, como reserva, en Galicia.
2.- Antigua medida de longitud definida por el camino que regularmente se anda en una hora. Equivale a 5.572’7 metros.
3.- Tradicional sistema utilizado en Alba de Tormes para efectuar llamadas de atención y de alarma a la población.
4.- Se calcula en unas 3.000 las bajas, contabilizando muertos, heridos y prisioneros.
5.- En esta acción perdimos 45 cañones y 6 banderas
6.- Guía del artillero, por Miguel Michel y Osma, quien lo toma del Archivo del Ministerio de la Guerra.
7.- Sevilla 24 de diciembre de 1809
El general de caballería del ejército de la Izquierda (el señor duque del Parque) ha dirigido a la infantería del ejército la siguiente proclama
“Valientes soldados que componéis la primera División del Ejercito de la Izquierda. Cuando la suerte me condujo a ser participe de vuestras fatigas ya había llegado a mis oídos el extremado valor que se abriga en vuestros pechos, y cuando la experiencia me lo mostró en los campos de Alba, arrollando con vuestras bayonetas aguerridos escuadrones, toda ponderación me pareció escasa. Quise preservar vuestras apreciables vidas; vosotros fuisteis testigos de que mi espada fue la primera a oponerse entre el enemigo y vuestro cuello; lo fuisteis igualmente de verme quedar solo en medio de los enemigos.”
“La caballería de mi mando huyó vergonzosamente, lo que atribuyo a una casualidad inesperada, pero vivid seguros de que o no existirá ninguno bajo mi mando o sabrán con la espada vindicar el honor que han perdido. Os incluyo la adjunta proclama que les dirijo para que conozcáis que jamás podrá desampararos vuestro compañero de armas.”
Proclama a la caballería
“Soldados que componéis la caballería del Ejercito de la Izquierda. El 28 de noviembre lo sellasteis con una fuga vergonzosa. Las victimas inocentes que fueron inmoladas por vuestra cobardía claman venganza contra vosotros. Las riberas del Tormes y las llanuras de Alba son los fiscales que os acusan. La Patria , el Rey y la libertad jamás podrán perdonaros. Un borrón denigrativo solo puede salvarse con sangre. Volved a recobrar vuestra opinión y entonces seréis dignos de vuestros valientes compatriotas. Vuestro General se contemplará dichoso si, conduciéndoos al campo del honor, consigue que recuperéis el que tan cobardemente habéis perdido. Desde este momento espero que no seré solo vuestro Jefe sino vuestro padre, que participando de vuestras fatigas y de vuestras glorias, jamás os desamparará.”
(Publicado en Diario de Mallorca en su edición de 21 de enero de 1810)
8.- El semanario mirobrigense Tierra Charra, en su edición del 7 de abril de 1929, y en lo que parece ser una sección por entregas denominada Folletín de “Tierra Charra” y dedicada a rememorar la vida y hazañas de D. Julián Sánchez ”El Charro”, se hace eco de la siguiente información:
“... La Junta Suprema de Sevilla, escuchando el clamor general del pueblo que veía con desagrado al frente aun de los Ejércitos del Centro y de la Izquierda los Generales que creyó culpables de los desastres de Ocaña y Alba de Tormes, nombró para sustituirlos a Blake y al Marques de la Romana , destinando al Duque del Parque al Ejercito de Cataluña.
A fines de Enero de 1810 se hizo cargo el Marques de la Romana del Ejercito de la Izquierda , y fue uno de sus primeros actos ascender a don Julián a teniente coronel, atendiendo a las insistentes y repetidas propuestas de los Generales Herrasti, Butrón y don Martín de la Carrera.. ..”
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