Con las miras de dotar de mayor esplendor y boato a la celebración del III Centenario de la canonización de Teresa de Cepeda (Gregorio XV - 12 de marzo de 1622), que se conmemoraba en ese año, el 10 de enero de 1922 el por entonces obispo de Salamanca Julián de Diego y García de Alcolea se dirigió al rector y claustro de la universidad de Salamanca con la petición de que se proclamase a Santa Teresa de Jesús “acreedora a ostentar en su imagen los emblemas doctorales”.
Unos meses después, el 4 de marzo, se reuniría el claustro ordinario, bajo la presidencia del Vicerrector Unamuno, para acordar por aclamación la concesión del titulo de doctora honoris causa a la santa castellana.
La investidura como primera doctora por la Escuela salmantina tendría su colofón el 6 de octubre en un solemne acto presidido por el rector Maldonado y celebrado en el Paraninfo de la universidad con la asistencia del Presidente del Gobierno, José Sánchez Guerra, y de los Reyes de España, y el 8 del mismo mes, fecha en que Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia, acompañados por una comisión del Claustro universitario, se trasladarían hasta Alba de Tormes en cuya Basílica en construcción les esperaba la imagen de Santa Teresa para recibir, de manos regias, la pluma y el birrete que desde entonces ostenta como símbolo de su doctorado. Su estancia en Alba finalizaría con la celebración de una misa y procesión por las calles de la villa, tras la cual los Reyes visitaron las reliquias de la Santa en el convento de la Anunciación y tras un frugal almuerzo en la Hospedería Teresiana (actual Hostal America) emprenderían viaje de regreso a Madrid a través de Peñaranda de Bracamonte.
El desarrollo de estos actos sería ampliamente recogido (bajo su óptica particular) por la revista La Basílica Teresiana, y también tendría su reflejo en la prensa grafica de la época de la que hemos encontrado reseñas en las publicaciones Nuevo Mundo, Mundo Gráfico, ABC y La Esfera, de las que, desde aquí, ofrecemos sus versiones digitales.
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