Es, sin duda, el Viernes Santo la fecha más apropiada para ocuparnos, desde estas páginas, de la talla del Cristo de la Salud que constituye, junto a la de La Soledad, una de las imágenes más representativas de la Semana Santa albense.
Trasladado desde el monasterio de San Jerónimo -de donde obtiene el nombre con el que popularmente es conocido- a la iglesia de San Pedro en el año 1835, ignoramos cuándo y por quien fue tallado, si bien algunos autores le atribuyen una antigüedad que se remonta al siglo XVII. Y es precisamente aquí, en el desconocimiento de su pasado remoto donde, creemos, radica el origen de la leyenda de nuestro Cristo de San Jerónimo, leyenda que en Alba se ha venido transmitiendo de generación en generación y que hoy reproducimos tal y como en 1922 la publicaban Tomás Rodríguez Rubio y Constantino Gómez Gutiérrez en sus Recuerdos y Bellezas de Alba de Tormes.
«… Cuentan los ancianos, y el vulgo lo acoge con fe, que en una gran riada del Tormes el nivel de las aguas invadió el derruido convento de los Jerónimos, llevando tras si, entre otras cosas, el Santo Cristo de la Salud, que fue recogido en Ledesma. Los religiosos de Alba lo reclamaron, y Ledesma, atribuyendo a la Providencia que se lo llevó allí, valiéndose de la riada, se negaron a entregar tan preciada imagen. Inconsolables los padres pedían a Dios sin cesar una favorable solución; un día se presentaron a las puertas del convento, pidiendo alojamiento, dos jóvenes; otorgado por los frailes les alojaron en una celda, donde pernoctaron. A la mañana siguiente sorprendió a los religiosos que los dos jóvenes no daban señales de vida, y penetrando en la celda quedaron asombrados al encontrarse que, en la ausencia de los huéspedes, había un Santo Cristo, fiel copia del que las aguas les había arrebatado. …»
Muy interesante
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