«Día 27. Siguió la columna en este bosque, donde aunque muy próxima al enemigo, su espesura y escabrosidad la ocultaba. Como á las diez del día los enemigos se reunieron en el llano de Peñaranda: los que salieron de esta villa con el rey intruso tomaron la misma dirección que los del día anterior; otros entraron en ella para acuartelarse, y los demás volvieron á sus puestos, resultando quedar ya algunos evacuados. A todo esto un paisano que se hallaba escondido en dicho bosque con cuatro pellejos de vino, se brindó á venderlos si se le pagaban, y aunque sin medidas todos bebieron, y aquel muy contento por el orden y hermandad que vio reinar en esta tropa. Al ponerse el sol llegó don Pedro Díez, cura del lugar de Gallegos, llamado por el comandante, y confirmando hallarse libre de enemigos aquel, al obscurecer se puso en movimiento para él la columna, donde saco guías, y continuándolo por Grajos, Martin Dominguez, Santa María del Arroyo, Maoja, y Menga, tomó una famosa posición al romper del día, haciendo llevar á ella de este último pueblo ración de pan por plaza, y cuartillo de vino del que tenia pedido el enemigo.»
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