«Día 30. Como a las cinco de la mañana recibió el comandante carta del lugar de las Cuevas comunicándole habían llegado á la garganta tres regimientos de infantería y uno de caballería enemigos preguntando por la columna, y que positivamente bajaban el Puerto; confiado en la hermosa localidad que ocupaba, el buen día, y cinco leguas de ventaja al enemigo, llevó adelante su idea de que la tropa se lavase y limpiase algún tanto la inmundicia que la cubría: que se pusieran los ranchos, y comidos, pasar lista a las dos de la tarde, como si hubiera de marcharse a aquella hora: á las doce del día llegó parte de Monbeltran manifestando hallarse a la vista el enemigo, y consecutivamente otro de ir entrando en la villa: ya fuese por los conductores de estos pliegos, o por las gentes que venían emigradas, el pueblo de Arenas se hallaba conmovido, y atribuyendo á la columna los males que presagiaba: en este estado de cosas el comandante dirige con un paisano oficio al ayuntamiento de Monbeltran diciéndole remitiese los zapatos y camisas á Almaraz, por tener orden de reunirse al tercer ejercito que había llegado a aquel punto, cuyo papel fue interceptado. Inmediatamente, y en seguida soltaron al paisano conductor, ordenándole el gefe de aquellas tropas volviese á decir á Miranda no ser fácil engañarlo á el después de haberlo hecho al general Sarru, y que sus circunstancias no le permitían seguir el camino de Plasencia; que fue el que tomó la columna tan luego como despacho el precitado oficio, haciendo noche en Candeleda, adonde vino el paisano con el mensage como á las nueve de la misma.»
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