miércoles, 11 de septiembre de 2013

Carta a la Reina

 Presentamos hoy, y transcribimos con ortografía y puntuación actuales, una curiosa carta remitida desde el convento de las RR.MM. Carmelitas de Alba de Tormes a Mariana de Austria (Viena 1634 – Madrid 1696), segunda esposa de Felipe IV y Reina Regente de España durante la minoría de edad de su hijo Carlos II, en la que se describen los “movimientos sobrenaturales” de las lámparas destinadas al culto del sepulcro de Santa Teresa para las que  se solicitaba una dotación económica que permitiese mantenerlas encendidas.
Es de hacer notar que en esta época la estructura de la iglesia conventual era distinta a la actual y por tanto, el sepulcro se situaba en lugar distinto al que ahora ocupa, si bien ya se habían iniciado las obras de ampliación -Obra Real- que añadirían al templo primitivo crucero, cúpula, sacristía, capilla mayor y camarines.

Relación verdadera y copia de la carta escrita por la Madre Priora, y Religiosas del Convento de Carmelitas Descalzas de la villa de Alba de Tormes a la Reina nuestra señora, en que se da cuenta de los milagrosos movimientos de unas lámparas que están en dicha iglesia alumbrando el cuerpo de Santa Teresa de Jesús, convento que la gloriosa Santa fundó en vida, pidiendo a su Majestad no les falte con la dotación de que se enciendan siempre, y como después que se ejecutó no se han movido más como lo verá el curioso lector.

Jesús, María y José
Señora:

Sean con Vuestra Majestad siempre. Con la noticia de la limosna que Vuestra Majestad y el Rey Nuestro Señor (que Dios nos lo guarde) han sido servidos de hacer a nuestra gloriosa Madre Santa Teresa de Jesús, con la piadosa y liberal dotación de dos lámparas, la obligación de agradecidas nos lleva a los pies de Vuestra Majestad en esta carta y el no haberla escrito hasta ahora ha sido atención al respeto de Vuestra Majestad y también el ser detención muy propia de nuestro Instituto el no publicar ni autorizar cosas que sobresalen por ser dictamen que se venera como observancia heredada de nuestra Santa Madre, y la conserva hoy su Religión, más con recato, que estudio. Con este silencio hemos ocurrido a la curiosidad de muchos, sin faltar a la devoción de otros en las maravillas que se continúan de diversas apariciones que se han visto y se ven en el Santo corazón de nuestra Santa; pero en las que Su Majestad ha oído por mayor de los movimientos de las lámparas, hallamos infundado el deseo de relación más individual, y esta es la que ofrecemos ahora, reconocidas al beneficio presente, rompiendo el silencio de mucho tiempo, por acreditar más el obsequio al real gusto de Vuestra Majestad.
Han pasado más de diez años en que una de las lámpara, dedicadas al culto de nuestra Santa Madre, se movía en su día y en el de nuestro Padre San José las horas de misa, sermón  y vísperas, comenzando su movimiento poco a poco, y creciendo por espacio de media vara, y al fin de misa mayor y vísperas cesaba el movimiento en pausas, correspondiendo su fin al principio.
El año de 1672, día de nuestro Padre San José, se puso vidrio a ésta lámpara, y ardió por todo el día, y no se movió. Poco después,  los que pusieron el Monumento por la Semana Santa, quitaron el vidrio de la lámpara, dejándola como antes estaba, y el Jueves Santo de la misma semana, a las tres de la tarde, comenzó a moverse al tiempo que se cantaba el Evangelio para el Mandato. Creció su movimiento más que otras veces y duró mientras que en el coro se hizo la santa ceremonia de lavar los pies, y acabado el sermón, cesó el movimiento. El segundo día de Pascua de Resurrección siguiente, volvió a moverse mientras cantó la misa nueva un capellán del convento; después se doró y encendió esta lámpara y jamás se ha movido más.

Recreación de la antigua ubicación del sepulcro
basada en una imagen virtual obtenida en la Web
 Carmelitas Descalzas Alba de Tormes
Lunes diecinueve de noviembre del año pasado de 74, a las siete de la mañana, tres de las lámparas que no arden, comenzaron a moverse con gran diferencia, porque el movimiento de la una, que está en medio, era como de media vara, el de la otra, como un palmo y la del  otro lado, se movía menos.  Viernes treinta del mismo mes y año, día de San Andrés Apóstol, volvieron a moverse las tres lámparas en la forma dicha, desde las siete de la mañana, tasta la noche, y porque algunos atribuían el movimiento al aire que entraba por una vidriera rota que hay sobre la urna del Santo Cuerpo, ese día se tapó muy bien la ventana de esta vidriera, mas no ceso el movimiento de la lámpara, antes se aumento. Domingo siguiente, dos de diciembre, repitieron los movimientos, especialmente la del medio variaba los suyos, y unas veces en círculo, otras como ovalo, otras en línea recta, careándose unas veces con el Santo Cuerpo, otras con la ventanilla de la comunión, otras a la puerta de la reja, que es la parte contraria, otras a sus compañeras, que casi llegaba a topar con ellas, y según se variaban con distinción, y regularidad estos movimientos,  parecía tener vida la lámpara, para gobernarlos con libertad. Este día se hizo la experiencia de poner una velilla encendida en la punta de una caña, junto a las lámparas que se movían; pero no se apago la luz, ni la turbo el aire, con que se conoció claramente no ser éste el que las movía. Domingo, dieciséis de diciembre, a las diez de la mañana, al tiempo que se hacía elección de Priora en el Convento, comenzaron a moverse las mismas lámparas, y perseveraron en sus movimientos hasta la noche en la forma referida, y el lunes siguiente repitieron sus movimientos hasta la una de la tarde. Martes dieciocho, día de la expectación de nuestra Señora, volvieron a moverse desde las ocho de la mañana hasta la noche, habiendo chocado la de el medio con la primera, por una vez, y Jueves siguiente sucedió lo mismo, menos el toparse las lámparas. Viernes veintiuno, día de Santo Tomé, dieron principio a sus movimientos a las nueve de la mañana, dando fin a ellos entrada ya la noche. Este día fue mayor el movimiento que otro ninguna había sido, con gran variedad de circunferencias, fuera de las referidas. El movimiento de la lámpara del medio llego a ser mayor que nunca, y el de la una de los dos lados, lo mismo. Estas dos, mientras la Misa mayor, se movieron la una contra la otra. Y habiendo estado un rato cerca de toparse, últimamente, cuando en el coro se cantaba el Agnus Dei, chocaron cuatro veces una con otra. Viéndose el choque, y oyéndose el ruido del golpe, con toda claridad, y habiendo chocado, mudaron los movimientos, aparatándose la una de la otra, y dando vueltas como circulo. Sábado siguiente, veintidós de Diciembre, se puso aceite a estas lámparas, sin mudarlas del puesto: desde aquel día han ardido, y después de estar encendidas, no se han movido más.
De todo lo referido son testigos los vecinos de este lugar y muchos que han venido a él movidos de la novedad, y para más crédito de la verdad han dado fe y testimonio de ella dos escribanos de la Villa repetidas veces.
Algunos nos advierten que a muchos fines suele ordenar nuestro Señor estas cosas sobrenaturales, pero las experiencias referidas nos lleva, Señora, el discurso sin violencia, a lo mismo que otros sienten y dicen de nuestra Santa Madre, como una de las más prudentes Vírgenes, quiere que a sus lámparas no falte aceite. Muchos infieren que estos repetidos movimientos piden que en todas haya siempre luz para que así den culto cumplido y correspondiente a la que en sus escritos dio luz para siempre a la Iglesia y sus fieles. Lo que nosotras, sin admitir duda, afirmamos es que ya con respeto se deben venerar estas conjeturas como autorizadas con la Real aprobación de Vuestra Majestad que se manifiesta con acción tan piadosa, como queda referida, que siendo ya publica, la quieren imitar personas que con afecto cordial van dotando las lámparas que estas sin luz, que pasan de veinticuatro, entre mayores, medianas y menores.
No ha faltado la atención en nosotras, pero si la ocasión (y de ella nos valemos ahora) para dar las gracias de que con el real amparo de Vuestra Majestad esté tan adelantada la fabrica de la Capilla Mayor, adonde se ha de trasladar el Santo Cuerpo de nuestra gloriosa Madre, ni faltarán devotos que informen a Vuestra Majestad de los medios que se solicitan para que el día primero que se espera de Santa Teresa se pueda hacer la translación.
Sin estos nuevos títulos de obligación, nuestras oraciones son tan propias de Vuestra Majestad y del Rey nuestro Señor, como lo es la recomendación que nos dejó en sus libros nuestra Santa Madre: Hijas somos suyas en celo del bien común de la Monarquía, como en el amor al Dueño de ella, y en el deseo del acierto de los que la gobiernan, todo ceda en mayor honra y gloria de Dios que guarde a Vuestra Majestad con el Rey nuestro Señor, que dilatados años de vida, como ha menester toda la cristiandad. De este convento de nuestra gloriosa Madre de Santa Teresa de Jesús de Alba de Tormes, 18 de enero de 1675.
A los reales píes de Vuestra Majestad.

                Beatriz de Jesús,                                                             Antonia de Jesús María,
                         Priora.                                                                            Subpriora.

                Luisa de la Santísima Trinidad.                                        María de la Cruz.



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