Muchos fueron los Ayuntamientos que le nombraron Alcalde honorario o perpetuo; cuantiosas las localidades que le concedieron sus medallas de oro, de oro y brillantes, o de honor; numerosas las ciudades que le obsequiaron con sus llaves o le prohijaron como adoptivo, predilecto o predilectísimo; algunas las Diputaciones que le invistieron como Padre de la Provincia; diversas las universidades que le designaron Doctor Honoris Causa…
Alba, como no podía ser de otra manera, tampoco sería ajena a aquella tendencia y, recurriendo a su más acendrado patrimonio, en el año 1939 su Hermandad de Santa Teresa de Jesús procedió a otorgar la más preciada de sus distinciones, la de Hermano Mayor, a Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España por la gracia de Dios, Generalísimo de todos sus ejércitos y, a la sazón, autoproclamado Jefe del Estado español.
Así se recogía este nombramiento en algunos medios de comunicación de la epoca:
Supongo que alguna relación se podría establecer entre este nombramiento y la funesta proclamación de Teresa de Jesús como “santa de la raza” por parte del régimen franquista. Esto me recuerda un pasaje del prestigioso hispanista francés Joseph Pérez perteneciente a su biografía “Teresa de Ávila y la España de su tiempo” sobre la mano de santa Teresa: cuando las tropas del caudillo toman Málaga en febrero de 1937, encuentran en un hotel la mano de la santa que estuvo custodiada por las carmelitas de Ronda; en vez de devolvérsela a las monjas se la regalan a Franco para que le guíe en su tarea de reconquistar España; parece que surtió efecto y desde entonces el dictador ya no se separará de ella: para dormir la pone en su mesilla de noche; la lleva en todos sus desplazamientos y velará su interminable agonía y muerte en 1975. Hay que aclarar –menudo sarcasmo– que se trataba de la mano… ¡izquierda!
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