Tres láminas de un mismo lugar conforman la imagen del mes que hoy incorporamos a esta sección que ya supera los 7 años de antigüedad en nuestro cuaderno electrónico:
Por un lado, el ábside, ya muy deteriorado, de la desaparecida iglesia de San Miguel después, ese mismo ábside arruinado el 26 de febrero de 1977, y finalmente, y desde una perspectiva similar, el edificio que hoy se levanta sobre aquel solar y que recuerda su pasado con una pequeña hornacina en la que se aloja una figura procedente el antiguo templo románico-mudéjar.
La fotografía central procede del libro La arquitectura románico-mudéjar en la provincia de Salamanca, de María Riansares Prieto Paniagua, y nos ha sido facilitada por Miguel Manuel Martín.
SAN MIGUEL DE ALBA. RUINAS
ResponderEliminarTres momentos hacia la muerte
El pasado es siempre camino hacia la muerte, hacia la eternidad. Nos lo ofrecen sus contornos y sus líneas materiales. No importa el mundo que nos recoja. La arquitectura es siempre una variación y un símbolo del paso del tiempo. Delante de la belleza del ábside mudéjar de la antigua Iglesia de San Miguel (con ecos precisos del tiempo y la desidia secular) quedó abandonado un triste vehículo animal: una tartana, que espera también la destrucción y el desamparo. Es triste pero el carro de mulas careció en el Alba de otros tiempos de categoría social. Nunca alcanzó la prestancia y señorío de los carros de los pacientes bueyes; aquellos carros egregios que hacían los carreteros de Alba y que arrastraban los bueyes señoriales con una especie de tristeza.
Junto al carro de mulas, una cesta de costilla y unos viejos sacos marcan los desconchones del agrietado ábside, estructurados con viejos arcos de ladrillo mudéjar. Cuánta arcilla, cuánto dolor, cuánta muerte. Está pronto el final, lo indica el recelo del aire. El segundo momento son las ruinas. El tejado y los muros marcan el hueco donde los palos deshechos y ladrillos, disparejos ya y desprendidos, se muestran como un triste despojo. Es el fruto del hombre que se fue. Al fondo, una ventanilla, desolada, abierta al cielo, da muestras de las desgracias del desastre.
En la tercera foto, ha pasado el tiempo; muchísimo tiempo. Con dificultad, vemos el tercer documento: los edificios modernos ocupan el religioso espacio del ayer. En un rincón, como símbolo triste de lo que hubo, en una hornacina, persiste una figura antigua. Perteneció a la iglesia. Es el símbolo de lo que se fue. Del tiempo que se ha ido. Es triste, pero es algo.