Aún no se han apagado los ecos de la polémica surgida tras la devolución a las autoridades aragonesas de los fondos del conocido como Tesoro de Sijena depositados de forma irregular –según la justicia– en el Museo Diocesano de Lleida, cuando hemos recordado la existencia en el prestigioso Museo Frederic Marés de Barcelona de una importante pieza patrimonial de origen albense.
Inaugurado en 1946 y situado en el Barrio Gótico barcelonés, este museo alberga, entre otras, una extensa colección de esculturas que logró reunir su fundador, el escultor Frederic Marès (1893-1991) que le da nombre, en la cual predomina la talla policromada religiosa y entre las que se encuentra, desde 1963, el sepulcro del caballero Juan de Vargas procedente de la iglesia de las RR.MM Isabeles de Alba de Tormes.
«Nos encontramos –nos dice el museo en su web– delante de una obra de estilo renacentista esculpida en alabastro, material dúctil que permite un trabajo delicado y un acabado brillante. El yacente es Juan de Vargas, fallecido en 1525 y enterrado en el convento de Santa Isabel de Alba de Tormes, en Salamanca. El personaje se identifica gracias al epígrafe grabado en la parte superior de la caja. Originalmente estaba cobijado bajo un arcosolio decorado con heráldica y motivos ornamentales vegetales y con pinturas sobre tablas en el fondo. El difunto es joven y sus facciones hermosas manifiestan un gusto naturalista, posee una cabeza bien modelada que posiblemente tenga el carácter de retrato. Va vestido con la armadura propia de un caballero de principios del siglo XVI. A sus pies ha sido esculpido un perro, símbolo de la fidelidad, que se encarga de vigilar el reposo de su amo. En el frente del sepulcro está representado el emblema heráldico de la familia flanqueado por motivos vegetales. Destaca a la izquierda la papaver somniferum o flor de opio, símbolo funerario de tradición clásica.
Juan de Vargas pertenecía a una familia de nobles, precisamente las que promovieron este tipo de escultura funeraria para dejar un recuerdo de la importancia de sus linajes.
La inscripción en el listón a la derecha del marco de la caja ha sido interpretada como la del posible autor del sarcófago, un escultor hasta hoy desconocido llamado Ruiz.»
De su emplazamiento original, en el lado del Evangelio, junto a la plateresca capilla de Gaitán, de la iglesia del convento de Santa Isabel tenemos referencias, escritas y fotográficas, en muchas de las obras que se ocupan de nuestro patrimonio artístico y monumental (Recuerdos y bellezas de España, Recuerdos y bellezas de Alba de Tormes, Cartilla excursionista Tormo VIII,…). Así, en el volumen dedicado a la provincia de Salamanca del Catálogo Monumental de España de Manuel Gómez Moreno (Salamanca, 1967) encontramos una fotografía, tomada en 1903, de este mausoleo que, unos años antes, Fernando Araujo describía en su Guía histórico-descriptiva de Alba de Tormes (Salamanca, 1882) de la siguiente forma:
«Junto a la capilla existe un hermoso y rico sepulcro de alabastro, con estatua yacente de armado caballero cubierta la cabeza con un caso y abrazado a su espada y cuyo eterno sueño guarda un mastín echado a sus pies. Mide el conjunto de este enterramiento 2,59 metros de alto por 1,86 de ancho, y la urna tiene 1,47 de alto por 0,70 de fondo. En la delantera de la urna se ve el escudo del caballero entre follajes y al pié se observan las figuras de un cerdo y otros dos animales bastante mutiladas representando una escena que no acertamos a descifrar. En el fondo del nicho sepulcral se descubren antiquísimas pinturas de estilo purista y restos de la gótica arquería que las cobijaba. La inscripción, repartida en dos líneas harto desiguales, dice así:
AQUI YAZE JUAN DE VARGAS, FIJO DE FERRAN MARTINEZ DEL RIO.: MURIO EN EL AÑO DXXV EN EL MES DE ENERO DEJÓ POR HE-REDERO A PEDRO RODRIGUEZ DEL RIO»
Años más tarde, en 1952, Antonio Álamo nos da una pista sobre devenir de este enterramiento al afirmar en su Senda emocional de Alba de Tormes:
«Inmediatamente a esta capilla, y en el mismo muro, existe un altar limpio, desnudo, en el que se observan inmediatamente las huellas de mampostería de nuestros días; en la actualidad allí se venera una imagen de San Pancracio. Fue el sepulcro de Juan de Vargas, “fijo de Ferrán Martínez del Río”; riquísimo, en alabastro y con un trabajo de depurado arte; fue adquirido no hace muchos años por un particular, a la Comunidad de Franciscanas.»
Efectivamente, según parece, este conjunto escultórico fue adquirido en 1949 por Raimundo Ruiz, coleccionista, marchante, anticuario y hombre bien conocido –junto a su hermano Luis– por sus escasos escrúpulos ante cualquier oportunidad de lucrarse en pingües negocios relacionados con las antigüedades y por su destacado protagonismo en el expolio y saqueo sufrido por multitud de diócesis y obispados durante la primera mitad del siglo XX.
La siguiente referencia que encontramos nos sitúa en ese mismo año –1949– en que el mausoleo pasa a ser propiedad del empresario y político Lluís Plandiura (Barcelona, 1882-1956) quien es considerado como uno de los mayores coleccionistas catalanes del pasado siglo y en cuya colección de La Garriga (Barcelona) permanecería, al menos, hasta 1956 y desde donde creemos que, cedido o adquirido por el Ayuntamiento de Barcelona y, a su vez donado por este, fue trasladado a su primera ubicación en la cripta del ya citado Museo Frederic Mares y desde allí a su sala 12 donde se puede admirar en la actualidad.
En definitiva, un sugestivo periplo que nos traslada desde Alba de Tormes hasta Barcelona de la mano de una pieza patrimonial que, a buen seguro, no es la única que hemos perdido.
El perro, símbolo de fidelidad, es un compañero inquebrantable. Su lealtad trasciende, enseñándonos sobre amor incondicional y amistad genuina, marcando una huella profunda en nuestras vidas.
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