miércoles, 26 de diciembre de 2018

El paseo de la Plaza



ANDARES Y PASOS ALBENSES
José Luis Miñambres

       Las viejas tradiciones albenses anuncian en la Plaza Mayor el aura de lo desordenado y de lo oscuro; del misterio. La fachada del edificio público se asemeja a un reloj de iglesia. Todo ello dota al espacio de una condición de prosopopeya momentánea, como algo que tuviera que andar: por el movimiento de brazos y piernas, por el firme de la Plaza…que habla entre susurros.

     ¿A dónde va esta gente? ¿Qué busca en su ansioso y descarriado caminar? ¿Van hacia el Ayuntamiento, convertido en símbolo viejo de tiempos pasados? El Ayuntamiento ahora es casi una fachada erigida al servicio del extraño campanario, que con su bronce milenario, puede llamar a los albenses en momentos delicados, a la oración o a la guerra. Y, a la izquierda, en mínima separación, un pobre edificio quiere anticiparnos con su humildad y sus ventanas diferentes, la  próxima e inmediata belleza de la iglesia de San Juan. Pobre Alba, conocida antaño por lo alto de sus torres. A su derecha, seguramente se yerguen las casas modernistas, próximas a la zapatería de Juanito el Albarquero. 

       Frente a nosotros vemos, en familiar aglomeración, un grupo de albenses que, con su cuerpo, forman un grupo humano, pintoresco. Pero con esos cuerpos, el grupo resulta abigarrado, aunque solo en blanco y negro por  culpa de la fotografía; por lo recio de su tonalidad. ¿Qué esconderá en este momento su corazón a los humanos? Algo ha pasado, pero no hay un eco significativo de tristeza o de alegría. Así eran los tiempos de antaño, desbocados, oscuros, incomprensibles a nuestra mirada. Aunque la campana observe nuestros caminar y nuestro recorrido, los  pasos insomnes como la vida, son alborotados y extraños…Una mancha turbia, de color. Y que el cielo lo vea.

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