(Foto Cojo)
EL TRISTE CAMINAR HACIA PONIENTE
José Luis Miñambres
¿De dónde llegará este caminante, con el brillo de sus pasos en la tierra, en el barro desconsolado y brillante? Desde los campos del Este, a buen seguro, con el sol naciente a sus espaldas y el lodazal de sus pies y de su suelo. Más lejos, tal vez, piensa en paisajes viejos de la memoria, lejanos acaso: la Ermita del Otero, secular en su sombra, entre Palomares y Terradillos. Y más lejos, hacia Poniente, la eterna Mesa de Carpio y su castillo de Bernardo.
Sus pasos, su soledad y, tal vez, su tristeza, le han traído hasta las aguas del Tormes, con los restos de la muralla del Alba antiguo, soñando todavía. Y, sobre ella, la hermosura vegetal del Espolón, recinto floral, inmarcesible y eterno. Avanza el caminante en su desolación hasta el corazón urbano de la villa ducal, tan marcado por restos de lo histórico. Y en su caminar hacia el Oeste, ha cerrado sus pasos en la calle, dos edificios coinciden en su camino: a la izquierda, los monumentales sillares del muro, protegen la puerta del convento de Dueñas y sus recias columnas, alma de tantos sucesos del corazón de las pocas monjas que allá quedan. A la derecha de la calle, se mantiene el muro isabelino, recinto actual para la formación de mentes juveniles.
¿Hacia dónde se dirige el caminante? Ha dejado sus pasos y busca otro destino, entre los muros de la villa. A lo mejor llega por la carretera de Aldeaseca, buscando otros caminos. O acaso… recorra la carretera de Garcihernández, tan lejana. O quizá recuerde Amatos, con sus Rolladales y Arapiles y con la belleza de desoladas y viejas alamedas.
Todo mientras el tiempo pasa… Y se van muriendo los recuerdos. Y, al final, solo el pensamiento del viajero, con toda su tristeza.
Preciosa y nostálgica imagen y hermoso comentario. Enhorabuena al fotógrafo, al comentarista y al editor
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