(Mediados años 60)
VIEJOS CORAZONES DE PIZARRA
José Luis Miñambres
Alba fue siempre villa de pizarra dispersa. Felizmente dispersa por todos los espacios y caminos. Tal vez se lo enseñaron los siglos, en su andar, o la torre del Castillo, para que el rigor pétreo y eterno adornaran la historia.
Son abundantes los espacios, pulidos en los aires del castillo y creados con la piedra desnuda, que el musgo dignifica en su humildad con la llegada de las primeras aguas. Balcones y torreones rectilíneos, superpuestos...como bellos andamios. Pero el tiempo los ahormó con finura, señeros, inesperados, con piedras de variada extracción, desde las recias lanchas hasta los humildes rollos. Y creó paseos y calzadas y, sobre todo, muros hacia lo alto, como el de nuestra ilustración, perfilado con suaves lanchas pizarreras. El tiempo no pudo con ellos, ni el hielo de los recios inviernos, ni el rocío primaveral ni el duro sol del estío.
Algunos subsisten eternos y airosos, como el tiempo que brindan las calles de Alba.
He aquí la muestra accidental, labrada con primor y donosura. A lo lejos la torre enhiesta, mirando al cielo. Se ve solo un trozo de cruz, no es mal emblema. Y es además...bello símbolo...Y eterno
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