(Fotografía cedida por Miguel Manuel Martín)
Qué nombre tan bello, tan medieval, el elegido por el pueblo... “tenerías”. Y el espacio de la villa, con ese tono abigarrado de la variedad de sus tejados cambiantes en su color y protegidos casi por la falda próxima que viene y la verticalidad de la chimenea, tal vez de rojos ladrillos. El agua del Tormes (veloz desde los montes abulenses, ignorantes de su origen) cruzando lenta y sonora, el viejo puente. Tan cerca, en el río, ese par de chopos, contemplando desde su humildad el paso del agua hacia las tierras de Amatos y sus Arapiles, y la Mesa de Carpio y su castillo.
Son detalles geográficos cargado de hondo simbolismo, sobre todo si pensamos en que su destino se halla en Salamanca, en ese poniente donde nacen las torres. Tal vez como la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Las opiniones aquí reflejadas corresponden a los comentaristas y no representan, necesariamente, las del autor de Entre el Tormes y Butarque, quien se reserva el derecho a eliminar aquellos comentarios que considere inadecuados, bien por utilizar un lenguaje indecoroso, emplear descalificaciones personales, ser repetitivos o introducir argumentos al margen del tema de debate.
En caso de que no desee revelar su verdadera identidad se sugiere que utilice un alias o nombre ficticio, lo que agilizará el debate y permitirá identificar claramente la autoria de las opiniones que quieran ser rebatidas o corroboradas por otros comentaristas.