MIÉRCOLES 24 DE ABRIL
410 AÑOS DE LA BEATIFICACIÓN DE SANTA TERESA DE JESÚS
1614 – 24 DE ABRIL - 2024
Miguel Ángel González
LA BULA DE BEATIFICACIÓN DE SANTA TERESA DE JESÚS PUEDE CONTEMPLARSE
EN EL MUSEO CARMUS DE ALBA DE TORMES
La bula de beatificación queda recogida en un bifolio plegado unido a otros documentos relacionados con la beatificación (Votos de Salamanca y de Alba).
Conserva el sello interno. Está todo encuadernado con tapas negras y adornos dorados (30 x 21 cm). Restaurado para el IV Centenario de la Canonización.
En el texto el Papa recoge el sentir del pueblo fiel que aspira a la canonización de la madre Teresa de Jesús. Destacamos los puntos principales:
Conserva el sello interno. Está todo encuadernado con tapas negras y adornos dorados (30 x 21 cm). Restaurado para el IV Centenario de la Canonización.
En el texto el Papa recoge el sentir del pueblo fiel que aspira a la canonización de la madre Teresa de Jesús. Destacamos los puntos principales:
Bula de la Beatificación de Santa Teresa de Jesús - Pablo V - 30 x 21 cm - (Roma, 1614)
Monasterio de la Anunciación del Carmen - MM. Carmelitas Descalzas - Alba de Tormes (Salamanca)
¿Por qué la Beatificación?
“La fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzos de la Santísima Virgen María del Monte Carmelo fue adornada por Dios con tantas y tan eximias virtudes, gracias y milagros, que la devoción a su nombre y memoria florece en el pueblo cristiano”.
“La fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzos de la Santísima Virgen María del Monte Carmelo fue adornada por Dios con tantas y tan eximias virtudes, gracias y milagros, que la devoción a su nombre y memoria florece en el pueblo cristiano”.
¿Quiénes lo solicitan?
“No sólo la dicha Orden, sino también nuestro querido hijo Felipe, rey católico de las Españas, y casi todos los Arzobispos, Obispos, Príncipes, Corporaciones, Universidades y súbditos de los reinos españoles”.
¿Qué piden?
“Que mientras la Iglesia concede a Teresa los honores de la canonización, todos y cada uno de los religiosos de dicha Orden puedan celebrar el sacrosanto sacrificio de la misa y rezar el oficio de dicha Teresa como de Virgen bienaventurada”.
¿Respuesta del Papa?
“Concedemos que en adelante se pueda celebrar en todos los monasterios e iglesias de dicha Orden y por todos los religiosos de ambos sexos el oficio y misa de la bienaventurada Teresa como Virgen, el día de su glorioso tránsito, esto es, el día 5 de mes de octubre [A partir de 1629 la festividad se traslada al 15 de octubre], y que en la Villa de Alba, diócesis de Salamanca, en el monasterio y en la iglesia en que se guarda el cuerpo puedan todos los sacerdotes, tanto seculares como regulares, rezar y celebrar el oficio y la misa, según las rúbricas del Breviario y Misal romanos”.
Rafael Pascual Elías
Orden de los Carmelitas Descalzos
GRABADO DE LA BULA DE BEATIFICACIÓN
DE SANTA TERESA DE JESÚS
El presente retrato de Santa Teresa de Jesús, documentado y estudiado por Pinilla (2013, p.128), fue grabado por el artista flamenco Hieronymus Wierix, el cual sirvió para ilustrar la bula de beatificación de nuestra protagonista en 1614. En el caso que nos ocupa, esa misma imagen fue utilizada para encabezar la primera página de este cartapacio, que incluye el voto de Salamanca a la recién nombrada beata, el 9 de octubre de 1614; el voto de Alba de Tormes, verificado el 27 de noviembre de 1615; y la bula de Pablo V, firmada el 3 de agosto de 1617, autorizando la celebración litúrgica de la festividad Santa Teresa en la propia orden de la que fue fundadora, extensible asimismo a todos los reinos hispánicos.
Grabado de la Bula de Beatificación de Santa Teresa de Jesús (20,6 x 14,4 cm)
En la parte inferior del grabado podemos leer la siguiente cita del Libro de Judith, completada con una breve jaculatoria: “En todo lo que has dicho, has hablado con criterio, y nadie podrá oponerse a tus razones. Ahora ruega por nosotros, que eres una mujer santa y temerosa de Dios” (Jdt. 8:28).
Poco después, como bien ha señalado Pinilla (2013, p. 113), en los textos del proceso de canonización, nuestra protagonista sería comparada con las llamadas mujeres fuertes y sabias del Antiguo Testamento, como la predicha Judith o Deborah. No es por ello extraño que en este retrato se inserten algunos motivos iconográficos redundantes en su consideración de mujer letrada.
En efecto, la estampa que aquí analizamos deriva de la vera effigies que de la mística pintara en 1576 fray Juan de la Miseria, cuando Santa Teresa se hallaba fundando en Sevilla. Dicho óleo fue repintado posteriormente, quizá en torno a la fecha de su beatificación, añadiéndosele el resplandor, la paloma del Espíritu Santo y una filacteria a su alrededor (Aparisi, 2017, p. 69), la cual luce el primer versículo del
Salmo 88: “Las misericordias del Señor cantaré eternamente” (Sal. 88:1).
A partir de ese modelo, paradigmático en la concepción artística de las primeras imágenes cultuales de la santa, este aguafuerte se completa con dos símbolos que no aparecen en el óleo de fray Juan de la Miseria y que se incluyen, sin duda, para incidir en el referido paralelismo entre la fundadora carmelitana y ciertas féminas de la tradición veterotestamentaria, según han señalado también Cuesta y Hernández (2016, p. 9). Así, ubicado a nuestra izquierda, descubrimos un husillo de hilar, instrumento por entonces relacionado con el ámbito femíneo. Al fondo, sobre un bufete, vislumbramos un libro y un tintero, aludiendo a los escritos de la protagonista. No era la primera vez que se incluían dichos atributos, pues ya los encontramos en otros grabados de Wierix de la misma temática que el aquí estudiado y de los cuales, en cierto modo, deriva el presente ( Pinilla, 2013, p.128).
Este retrato, además de inspirarse en la predicha vera effigies, se hace eco de las semblanzas escritas por quienes conocieron a Santa Teresa. Uno de los testimonios más prodigados en este sentido fue el del P. Francisco Ribera, confesor y autor de su primera biografía, publicada en 1590; en ella encontramos la siguiente descripción:
Era de muy buena estatura, y en su mocedad hermosa, y aun después de vieja parecía harto bien: el cuerpo abultado y muy blanco, el rostro redondo y lleno, de buen tamaño y proporción; la tez color blanca y encarnada, y cuando estaba en oración se le encendía y se ponía hermosísima, todo él limpio y apacible; el cabello, negro y crespo, y frente ancha, igual y hermosa; las cejas de un color rubio que tiraba algo a negro, grandes y algo gruesas, no muy en arco, sino algo llanas; los ojos negros y redondos y un poco carnosos; no grandes, pero muy bien puestos, vivos y graciosos, que en riéndose se reían todos y mostraban alegría, y por otra parte muy graves, cuando ella quería mostrar en el rostro gravedad; la nariz pequeña y no muy levantada de en medio, tenía la punta redonda y un poco inclinada para abajo; las ventanas de ella arqueadas y pequeñas; la boca ni grande ni pequeña; el labio de arriba delgado y derecho; y el de abajo grueso y un poco caído, de muy buena gracia y color; los dientes muy buenos; la barba bien hecha; las orejas ni chicas ni grandes; la garganta ancha y no alta, sino antes metida un poco; las manos pequeñas y muy lindas. En la cara tenía tres lunares pequeños al lado izquierdo, que le daban mucha gracia, uno más abajo de la mitad de la nariz, otro entre la nariz y la boca, y el tercero debajo de la boca. Toda junta parecía muy bien y de muy buen aire en el andar, y era tan amable y apacible, que a todas las personas que la miraban comúnmente
aplacía mucho (Ribera, 2004, pp. 427-428).
El hecho de que esta imagen sintetice en su configuración tanto la influencia del retrato al natural pintado por fray Juan de la Miseria, como las descripciones literarias, nos advierte del impulso que la Contrarreforma dio al culto a los santos y a la importancia catequética de la imagen sacra, procurando eso sí que tales ejemplos iconográficos se aproximaran lo más posible al modelo original (Checa, 2015, p. 109), aspecto este que tanto preocupó a diferentes teóricos y teólogos postridentinos (Pacheco, 1990, p. 710).
La valía de esta obra radica asimismo en el sobresaliente papel que desde un primer momento jugaron las estampas a la hora de difundir y consolidar la veneración de la que todavía no había sido declarada Santa (Pinilla, 2008), aunque así era ya considerada entre los miembros de su orden, amén del pueblo en general.
Académico en la Academia Hispanoamericana de Ciencias, Artes y Letras de México.
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